lunes, 26 de noviembre de 2007

PARIR UN HIJO, PARIR MILES DE HIJOS

Cuando me desperté esta mañana pensé en escribirte. Sabés, están pasando muchas cosas y quisiera contártelas.Hace unas semanas apareció un asesino llamado Scilingo que le contó a un periodista de Página/12 cómo tiraba vivos al mar a los jóvenes que se atrevían a desafiar desde Onganía para acá a todos los poderosos.

A los empresarios, los burócratas sindicales, los políticos, las A.A.A., al gobierno de Isabel y finalmente a la dictadura militar.Ese marino tuvo todo el espacio que quiso, después que apareció el libro, para contar y contar la muerte, para hablar de la horrible muerte. Las radios pasaron cientos de veces sus declaraciones, la TV mostró su cara mil veces, se llenaron las páginas de las revistas y de los periódicos de sus declaraciones y de su terrorífica imagen.

Sabés querido, yo pensaba si nos hubiesen dado el mismo espacio a nosotras cuando lo empezamos a contar desde 1977 hasta ahora.¡Qué sociedad tan extraña la nuestra, que desestimó durante años lo que nosotras contábamos y ahora les cree a los asesinos y sus cómplices! Pero bueno querido, ahora ya lo saben, nadie puede decir que no fue cierto.Querido hijo, quiero decirte cuánto te quiero, que ocupás el lugar más importante en mi corazón y que cuando más te quieren matar, más piden listas y más piden tumbas, yo siento qué vivo estás.

Cuando doy una charla, cuando hablo con los jóvenes en la casa o en la radio me doy cuenta de cuánto espacio ocupás en el pensamiento de cada uno de ellos. Todos los pibes quieren saber cómo eras, qué pensabas. La mayoría está contando las canciones que vos cantabas y quieren lo mismo que vos querías. Todos los arrepentidos o quebrados tiene mucho interés en asegurar que estás muerto, totalmente muerto y me quieren pagar por tu muerte. Yo los desprecio. Cuando los miro a los ojos, ellos bajan la vista. ¿Sabés por qué? Porque los miro con tus ojos y les hablo con tu voz.

El día que naciste, que mis entrañas se abrieron para poder parirte, fui tan feliz que te hablaba todo el tiempo. Tenía sueño después del parto y no me quería dormir. Quería verte, acariciarte, tenerte siempre fuerte, fuerte y robusto.No sé por qué tuve tantas ganas de escribirte. Tal vez porque desde hace algunos meses cada mañana escucho más fuerte el "hola mamá" con que me despertabas. No sabés cuántas cosas estoy haciendo para seguir dándote la vida. Es tan hermoso dar vida. Sobre todo cuando muchos sólo hablan de muerte.

Hijo, cada día te quiero más, te respeto más y sobre todo siento que las banderas que vos levantabas, por las cuales entregaste la vida, están en las manos de miles de trabajadores, de estudiantes y de pibes a los que el sistema arroja a la calle.Pero esencialmente, tu lucha estará en la Plaza de Mayo. Ahí de tu brazo, cada jueves, siento que estoy pariendo otros hijos, que como vos, me enseñan el mejor camino, el del amor y la solidaridad hasta cada latido de mi corazón.
Mamá
Buenos Aires, Abril de 1995


Arte: Florencia Fernandez Rega, "El dolor de las madres". Para ver mas de sus obras podes entrar a www.fotolog.com/flordibuja


domingo, 18 de noviembre de 2007

viernes, 16 de noviembre de 2007

El derecho al delirio

Mi primer blogsteo (?) esta sacado del libro Patas Arriba de Eduardo Galeano. En este caso el autor se permite imaginar un mundo ideal, lleno de utopías, un mundo justo.
Ojalá todos podamos delirar e imaginar cosas "imposibles".



Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.
El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.


Una invitación al vuelo

Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.
La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:


el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.