jueves, 17 de septiembre de 2009

Dios es un rebelde traicionado, un viejo abandonado por hijos distraídos...



Dice mi Dios que a tu Dios le preguntes,

por qué te ha dejado perdido.
En esta tierra de sangre cansada,
que casi no tiene mas nada que la fe.
Dios es un rebelde traicionado,
un viejo abandonado por hijos distraídos.
Un loco que ha perdido sus poderes
amando a las mujeres de cada paraíso.
Dueño de un templo olvidado
un fugitivo más en la ciudad,
un tendenciero buscado
por los suburbios de la ciudad.
Refugiado en un zaguán,
compartiendo vino y pan
en un gancho de cartón dejó su corazón.

Los hombres gritan
los dioses cantan
los hombres matan
en nombre de Dios.
La guerra santa,casa de brujas
ciega cruzada en la multitud.
Y en el temporal, agoniza mi fe
se derrumban los faros, ve llorar a Dios
Y en el temporal, agoniza mi fe
se derrumban los faros, ve llorar a Dios

Veo en tus claros ojos revolución
sin armas ni banderas ni religión.
Ojos claros y oscuros de tierra y miel.
con nombre de otros dioses bajo la piel,
Lejos de los engaños del mercader
del oro de los templos y del poder.

Veo venir otro Dios,escapando de la cruz
a la luz de la luz
furioso retador del poder y el deber
y de los imperios de la razón.
Tengo conmigo otro Dios
que nació en un cantegril
en el medio de mil,
y que no vale más que un hombre común
con su soledad, tengo otro dios.

Muchos dioses, el mismo dios,
llevan prendido el mismo farol
mendigando en un callejón
de la indiferente civilización.

Una mujer morena suelta flores en el mar,
un hombre viejo llorando en una catedral,
un peregrino en el desierto de la humanidad,
un hombre santo rodeado por la soledad,
con sus preguntas sin respuestas van a transitar
por los caminos que llevan a un mismo lugar.

A la tierra, de los hombres zarparemos
el destino verdadero
a los vientos de la libertad.
Al urgente firmamento de los pobres
un planeta que se esconde,
que tendremos que buscar.

Cada uno con su alma
y cada cual con su fe,
con su trago de esperanza
sin que nos pese la piel.
Como cada ser humano
haya aprendido a vivir
al compás del lado izquierdo
como un porfiado candil.

En un barco velero, cargado de estrellas los hombres de arena
van buscando la tierra prometida y ajena.
Navegantes eternos de cielos antiguos y mares lejanos
con la fe como escudo prendida en los huesos la sangre en las manos
traspasando la vida como un juego inmortal.


Agarrate Catalina.



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